martes, 22 de junio de 2010

Un poeta

Prendió un cigarrillo, la computadora era lo único que iluminaba el cuarto. La espalda lo estaba matando y la frustración lo corroía. El espeso humo que salía de su boca se mezclaba con las letras del monitor. Un poeta ¿era poeta realmente? Su inspiración se desvanecía y su musa interior parecía haberse suicidado en el mismo momento que se sentó a escribir. No pretendía dormirse sin haber escrito una obra que fuera excelente, o que por lo menos rozara su pretensión. Su cerebro rebuscaba, sus dedos se agitaban sin tocar el teclado, debía crear algo. Las ideas nacían en su boca y caían quebradas y muertas. Su imaginación se apagaba y quedaba en standby. Coloco su cabeza sobre sus manos y esperó. La combinación perfecta de las palabras se paseaba por su paladar pero no salía de él. Sus neuronas no hacían sinapsis.

El escritor cuando escribe, piensa, medita y revuelve frases ya usadas. Finales ya terminados e historias retorcidas, cubiertas de misterio. El poeta en cambio, le da suavidad a los sentimientos. Vuelve delicados hasta los trazos más bruscos. De la nada, crea un todo… en cambio él…

¿Era poeta realmente?

“Un poeta busca las palabras perfectas
las frases perfectas
las metáforas perfectas,
que cada oración sea
un valle en medio
de un desierto, para que
su poema, termine siendo imperfecto”



(Frase: Ivo Retacco)


Natacha Mansilla

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