miércoles, 21 de octubre de 2009

Todo lo que necesitas es amor



Dobló el cuello de su camisa perfectamente.

El café debía estar a la temperatura justa, otro por favor, que esté más caliente. El bar lleno de gente, lo que más me disgusta, y ese cura, no tiene otra cosa más interesante que hacer, hasta en el café predica.
Se acomodó en la silla. Su secretaria, sentada junto a él, le muestra la agenda del día. Repasemos. A la una reunión de comisión, a las tres, cita con el encargado, prefiero irme a mi casa antes de reunirme con mis amigos. Llega el café, gracias, espero que ahora esté más caliente.

Se abre la puerta. Pensé que a este lugar venia gente decente; la secretaria sigue su mirada y ve entrar a dos hippies, un chico y una chica. Se acercan. No creo que soporte su olor si se sientan al lado. La secretaria asiente.

- Perdón, buenos días señor, Nos falta una silla ¿podríamos tomar ésta? – pregunta uno de ellos, el chico, señalando la silla vacía de la mesa.

- -Si es para vos, no –musita el señor, pero luego, más alto, agrega- No, agarrala si la necesitas…

- Muchas gracias, porque hay un montón de gente ¿vió? Es muy lindo día y la gente sale a pasear… que bueno ¿no? –comenta el chico. Su compañera sonríe.

Sus dientes no están del todo limpios. La secretaria teme por el desenlace.

- -Si –responde tajante.

- Bueno, que tengan un buen día, entonces. .. –desea el chico. Toma la silla pedida y se sienta con su amiga en la mesa de al lado.

La secretaria mira de reojo al señor..

Vamos. Los dos se levantan. Suerte que los negocios no están en manos de esos harapientos. Su secretaria suspira. Suerte que las relaciones no están en manos de alguien como usted, piensa, y abre la puerta para que puedan salir del bar.

Paula Deak

martes, 13 de octubre de 2009

Entrega incondicional


Lo primero que hice cuando salimos, fue alzar la vista para observar aquel maravilloso cielo anaranjado y la bandada de gorriones que pasaba volando sobre nuestras cabezas. Detrás de las montañas se escondía el sol, y la brisa del atardecer agitaba suavemente las flores del jardín.

Caminamos hacia la entrada, y me detuve un instante para estudiar la expresión de sus ojos. Sus pupilas brillaron, y, al verlo esbozar una leve sonrisa de suficiencia, supe que estaba disfrutando aquel momento.

Camino al bosque, permanecimos inmersos en nuestros pensamientos.

Entre los altos árboles, mi curiosidad aumentaba a cada paso que dábamos, pero rechacé con energía la tentación de romper aquel silencio que nos invadía.

Me señaló un claro en el bosque y nos detuvimos.

Fue entonces cuando me entregó su regalo, aquel secreto tan bien guardado durante todo el camino.

Las hojas secas crujieron bajo sus pies cuando se aproximó hacia mí para dármelo. Era frágil y dulce.

Era un pedacito de su corazón.

Paula Deak

Mirando por la ventana un tren que pasa


Miraba. Miraba desde la ventana de un tren y con sus ojos, lloraba. Lloraba por el recuerdo de vidas pasadas, y mientras tanto, pensaba. Pensaba en su infancia y en los juguetes con los que jugaba, en su pequeño pantalón de corderoy y su diminuta camisa blanca; y olvidaba. Olvidaba los hermosos cantos de cuna que su madre le cantaba, y por eso lloraba. Lloraba por olvidar mientras pensaba, cuando por la ventana miraba, en todas las cosas que olvidaría en tanto recordaba antes de que el tren llegara al final del viaje. Y seguía llorando por olvidar lo que recordaba, cuando se frenó el tren. Y cuando pensaba en cómo dejaría de llorar mientras miraba, decidió bajarse. Y cuando quiso darse cuenta, ya no recordaba nada.

Santiago Novara

La imaginación



Caminando hacia el sol, que quería desaparecer, observaba los árboles y su ímpetu. Estaba entretenida levantando las piedras que el camino le brindaba. Al levantar su mirada, siguiendo con la imaginación un pájaro, divisó a lo lejos, casi imperceptible, una casa y quiso dormir y soñar en ella.
Prosiguió su camino, ahora sin tantas distracciones.
Llegó allí; ‘La imaginación’, decía un cartel, el nombre de la casa. Decidió entrar, a simple vista se veía confortable.
Entró distraída nuevamente por los sauces que se recostaban en un pequeño lago, inundado de peces de colores. Le parecía divertido el vaivén que provocaba la brisa en sus ramas.
A pesar de estar absorta en esa imagen, logró salir de la hipnosis por el pesar de sus pies. Busco pacifica, con la mirada, asiento dentro de la galería de la casa.
Llego ahí y se sentó en el sillón de mimbre, observando ahora desde lejos el imponente paisaje.
Ya estaba en desventaja con el sueño abrumador que había traído el cansancio, cuando advirtió a un lado de la galería un hueco.
La interesó investigar el destino al que conducía la escalera, fuerte y concisa, de aquel lugar extraño. Decidió bajar, a pesar del miedo que inspiraba la primera oscuridad. Bajo y siguió bajando convencida que llegaría al final.
Su cuerpo volvió a respirar cuando al apoyar su primer pie en el suelo, l luz natural se encendió. Notó que había más pájaros que los que había afuera, más luz y aun más calma. Se descubrió sola, pero no temió. Había mucha paz circulando, tan mágica como polvo de hadas.
Quiso seguir el único sendero que había pero se detuvo beber el agua que manaba de la fuente, al costado del camino. No existía en el mundo superficial agua tan pura.
Recordó nuevamente su cuerpo y noto el cansancio que la larga caminata había ocasionado. Se recostó, ahora en una hamaca sostenida por el aire. Cerró los ojos y casi dormida, sintió la cercanía de una presencia. Una y todas las personas estaban con ella brindándole silenciosa compañía. Quiso rozar su mano y descubrir un rostro pero la ausencia se había hecho presente. Descubrió entonces, sin mirar, un libro, al que alzo y quiso apreciar afuera en la luz natural del sol.
Lo sujeto bien fuerte, como si alguien quisiese sacárselo. Subió las escaleras y observo hacia atrás: la luz se había apagado. Contemplo la casa, la galería, el sillón de mimbre, el sauce y el algo, teniendo la certeza que no volvería a ese sitio. Retomo su camino, hacia el sendero y quiso volver a guardar en su memoria aquel bello paisaje. Pero tras sus pasos ya nada quedaba.
Todo se había esfumado en diversos colores.

Magalí Carrizo

sábado, 3 de octubre de 2009

No hay peor ciego que el que no quiere verse a sí mismo


Sentado en ese mismo lugar. Pensante, e inactivo. Mirando fijo el papel blanco, mientras una gota de sudor se resbalaba por su frente, corría en picada hasta desembocar en la punta de su nariz, y caer al vacio. Sus ojos estaban quietos, parecía que el ritmo de su corazón se alentecía cada vez más. atónito aquel ser, decidió mover la pierna bruscamente en señal de que algo le molestaba o tal vez no. Lo seguí con mi mirada que se perdía en la de él. De pronto, saltó de su asiento, como si alguien le hubiese jalado de los pelos para arriba y corrió con paso apresurado hacia la puerta del vagón de aquel tren. Miraba todavía atónito quién sabe qué; supuse que se bajaría en la estación siguiente, pero esto no era más que una vacilación. Mi hipótesis había sido descartada, en el momento en el que el hombre volvió a su asiento y de nuevo a esa actitud que había tomando desde un principio, pensante e inactivo.
Congelado ante la idea de no saber qué decirle, me estremecí aun mas porque cada vez que miraba ese papel, era como si fuese un espejo, el espejo de mí mismo, de mi incertidumbre. ¿qué podría llegar a decirle a ella?, si todo lo que habría querido decirle no podría habérselo dicho nunca. No podía tan solo mirarla, porque sus ojos estaban clavados en mi mente, y eso me asustaba. Me asustaba la situación de no poder decir nada, menos que nada, ni siquiera murmurar una pizca del amor que siento por ella. Amor no correspondido.

La ira se apoderó de mí, sentí el impulso de saltar de mi asiento y de correr hacia la ventana para ver si estaba cerca de su casa. Pero algo vino a mi mente, y me contentó al menos por un instante. No importarían las palabras que yo le dijiese a ella, si de todos modos iban a ser efímeras. Esto me relajó, y ese sudor que estaba en mi frente se convirtió en llanto que emanaba de mis ojos. Pude comprender que el amor no es más que un sentimiento efímero, que nada es eterno, solo la muerte lo es. Ahora sé que el amor que siento por ella es inalcanzable, inconcebible, inútil, carente.
De un momento al otro pude ver el temor que capturaba a este hombre. El temor de ser amado, el temor del temor mismo. Me vi reflejado en el, en el papel, en la ira, en la incertidumbre. Nuestras almas fusionaron completamente, y así morí.
Sentía las miradas de todos posándose en mí, la fluctuante culpa de no ser como él no era mas que un eco ruidoso que se hacía carne delante mío. delante mio no había nada, nunca hubo nada.esta sería siempre una dicotomía mía, y de nadie más.
El papel del hombre, mi espejo, el motivo de sus lágrimas, provocador de la incertidumbre que me caracterizaba en aquel tren viejo y oxidado. Eran simplemente sus pensamientos arraigados a los míos los que me hacían pensar en que todo era efimero. Era abismal la similitud que nos unia, y a la vez eramos tan iguales que por eso eramos distintos. ¿y qué pasara si dijiese que estoy confundido?. ¿qué pasaría si dijiese que ya no sé quien soy?.¿qué efecto provocaría al decir y al no decir nada más que lo que está escrito?. ¿el papel, el espejo de mi alma, realmente existe?¿y si existe es lo único real que cuenta esta historia?.


Constanza Fritzer

Don Quijote de la Barba


Y si siempre fue asi. Siempre fue y sera "Don quijote". Porque digo que es como el quijote, porque esta loco pero no por Mary sino por la literatura y la filosofia. El no es mas que un naufrago quien necesita crearse un amigo como Wilson, para no perder la mente, atrofiada por los libros complejos e inentendibles. Yo se que el se cree el rey leon y no es nada mas que un mendigo. Aunque yo puedo ver el secreto de sus ojos, eso que nadie ve. Se que debajo de ese pelo esta la ola de deseo, y de ganas gigantescas de gritar que la vida es bella.
Yo veo en el, una camara de los secretos, cubierta por la mascara de tener que ser como los otros. Siento, siento, siento y se que cree en la historia de Romeo y julieta, en como el amor prohibido inapropiado se hace fruto con la muerte de estos alocados .Yo se que el es tan patetico como chaplin y tan irreal como el hombre del vicentenario.Confio en que su mente alguna vez haga un click y pueda ser iluminado por el fuego.El es la belleza americana, y a la vez tan inentendible y complejo como el efecto mariposa.Yo creo que es un loco adams del siglo XXI. Siento sus miradas frias como si fuese la primera vez. En la isla de los recuerdos, se encuentran las tardes mas magicas que pase con el. Muchas veces hubiera deseado tener siete almas, porque el se apodero de la mia, y nunca mas la devolvio. Se que tengo que tener un corazon valiente y luchar Como el Cid "Campeador que en bendita hora ciño espada". Se que creer que algun dia vas a cambiar, es pensar en un milagro inesperado. El es, el ilusionista de estos tiempos modernos. El es, y sera siempre, Quijote, Quijana, Quijada...


Constanza Fritzer