sábado, 19 de noviembre de 2011

El silencio de los corderos

En los alejados montes de Jerusalén se encontraba una casa, arriba de la montaña de San Mateo, en ella habitaba Abraham, un humilde pastor y de religión firme y fanáticamente cristiana, y su hijo Isaac que lo ayudaba con el ganado la limpieza y los que haceres, la religión mucho no le competía. Ellos tenían un ganado exclusivamente de corderos, administraban la mitad de los corderos para la venta al pueblo de Jerusalén, aunque quedaba lejos de donde ellos estaban y la otra mitad para su consumo. Pero, en los últimos tiempos algo raro le andaba pasando a Abraham. Leía todas las noches antes de dormir la Biblia, pero en los últimos tiempos cada vez que dejaba de leer la Biblia tenia unos sueños rarísimos, sobre su deuda al prójimo y sobre matar a su hijo, así que esto lo tuvo preocupado, y no le dio mucha atención a los corderos. Así siguió, noche tras noche con esos sueños, seguramente provocados por su fanatismo religioso, hasta que un día, mientras él estaba durmiendo, teniendo una de sus pesadillas bíblicas, su hijo tuvo que despertarlo porque un cordero había entrado a su casa, y no podía devolverlo a su granja. entonces Abraham, casi con los recuerdos del sueño de recién levantado, vio a su hijo en la oscuridad, agarró un cuchillo de la cocina y lo ató de manos y pies sobre la mesa. Estaba, apunto de matarlo, hasta que vio a el cordero, enfrente de él, viéndolo, viéndolos, callado, sin decir nada, su silencio callaba todos los alaridos que Isaac alzaba. Entonces, fue ahí cuando despertó, cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, que casi por culpa de sus sueños y sus creencias exageradas mataba a su hijo. Devolvieron al cordero a su granja, quemaron su Biblia y nunca más hablaron de ello.
Esteban Valentino