Sentada en un piso duro, gris y frío, miro a través de una reja grande, negra y sucia a los estudiantes, profesores y auxiliares a la luz de este sol otoñal, caluroso y muy naranja. En el cielo infinito, celeste y clarito no hay nubes blancas, redondas ni esponjosas.
Hay dos árboles altos verdes y antiguos. Veo a Goro, a Joaco y a Dalmiro.
En el Colegio Nacional, amarillo y blanco, soy una chica pensante, madura pero irascible.
Sabrina López 07-06-2010
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