martes, 8 de junio de 2010

Un amor más allá de los monstruos

Doble faz. Así solía llamarlo ella después de haberlo conocido. Doble faz, por tener doble personalidad. Era un gen, un maldito gen que tenía dentro de él. De día era un apuesto hombre, alto, con cabellos rubios, cortos y revueltos, con nariz respingada y cachetes colorados; pero de noche, esas noches en las que la lluvia y el frío se mezclaban; se convertía en una persona totalmente diferente, con ansias de comer… carne humana.

La confusión interna que siente cuando su mente y cuerpo se transforma a esa otra cosa, a esa monstruosidad, lo tiene devastado. Las reservas de atún, puesto que es este pescado el único que logra tenerlo más o menos cuerdo gracias a la vitamina H, se fueron agotando dentro de la ciudad de Manhattan por su culpa. Hace ya 29 años que viene abasteciéndose con raciones de atún, y ya ni atunes quedan en los puertos.

Todo cambió claro, cuando la conoció a ella. Tan bella, tan hermosa. Fue en una de sus noches oscuras y lluviosas en la que acechaba a una víctima con el fin de saciar su hambre. La vio a ella, tan reluciente, tan empapada y tan asustada. La presencia de él la había atormentado y sus ojos brillaban rogándole que nada le hiciera. Él sintió como su cuerpo se ablandaba, y se transformaba nuevamente.

Era él. Él, el hombre apuesto que sólo se dejaba ver en los días.

Y ella también sintió la conexión. Algo, algo indescriptible los unió. Ese algo que le hizo olvidar a él todo lo que era, sus miedos y temores. Ese algo que le hizo olvidar a ella, que minutos antes, él había querido devorarla.

Esa noche, jurándose amor, ella le pidió que dejara de comer gente.

El juramento, fue cumplido.

Carolina Lesca

No hay comentarios: