Tardes de domingos viejos, en una calle
desconocida que ya no habito, me traen de vuelta la sensación del sol, que por
aquel entonces pintaba de amarillo en cada dibujo y con la infaltable sonrisa
que lo caracterizaba. Esas noches con música, risas y los bailes locos de mi
hermana, que con una mirada se complotaba con mi tía y no paraban de cantar, o
mejor dicho desafinar.
Era increíble como un día podía ser abogada
y al otro médica o detective. Podía ser todo lo que quisiera, porque cada tarde
era algo nuevo y mi imaginación no tenía barreras.
Hace mucho que con mi hermana dejamos de ir
a la par, ahora ella va a la cabeza, con prisa y yo voy unos metros más atrás
intentando alcanzarla.
Ya nada es como a los ocho años, pero
siempre los recuerdo cuando hace calor y se siente el olor al asado en familia.
Keila Cebey
1 comentario:
Che me encanto,realmente te llega y logra hacerte imaginar nitidamente todo lo que dice. Creo que es porque me siento un poco identificado pero esta muy bien escrito y el uso de las imágenes sensoriales describe mas que perfecto el momento.
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