lunes, 10 de junio de 2013

Viejas obras



Tardes de domingos viejos, en una calle desconocida que ya no habito, me traen de vuelta la sensación del sol, que por aquel entonces pintaba de amarillo en cada dibujo y con la infaltable sonrisa que lo caracterizaba. Esas noches con música, risas y los bailes locos de mi hermana, que con una mirada se complotaba con mi tía y no paraban de cantar, o mejor dicho desafinar.
Era increíble como un día podía ser abogada y al otro médica o detective. Podía ser todo lo que quisiera, porque cada tarde era algo nuevo y mi imaginación no tenía barreras.
Hace mucho que con mi hermana dejamos de ir a la par, ahora ella va a la cabeza, con prisa y yo voy unos metros más atrás intentando alcanzarla.
Ya nada es como a los ocho años, pero siempre los recuerdo cuando hace calor y se siente el olor al asado en familia. 
Keila Cebey

1 comentario:

Unknown dijo...

Che me encanto,realmente te llega y logra hacerte imaginar nitidamente todo lo que dice. Creo que es porque me siento un poco identificado pero esta muy bien escrito y el uso de las imágenes sensoriales describe mas que perfecto el momento.