Calor. Mucho calor. Abro los ojos porque estoy demasiado transpirada. Me levanto. Gritos. Rugidos. ¿Qué esta pasando?
- Mama, mama – empiezo a llamar saliendo de mi habitación.
No había nadie.
- ¿Papá? ¿Sebi? – seguí preguntando.
Nadie. ¿Me habían dejado sola? ¿Se habían olvidado de mí?
Abrí la puerta de entrada, y mi entorno me asusto. Los árboles estaban encendidos, fuego por todos lados. No había gente en las afueras. ¿Entonces, qué eran esos gritos? Miré a la derecha y había dinosaurios. ¿Dinosaurios? Es imposible. Ya no existen. ¿Qué está pasando?
Miré nuevamente a mi casa, pero no era mi casa. ¿Dónde estaba?
¿Dónde esta mamá, papá y Sebas? ¿Se habían escapado y se habían olvidado de que yo también estaba?
Tenía miedo, mucho miedo. Quería correr, lejos. Pero no podía. Algo me lo impedía. A lo lejos divisaba ahora unas tres personas. Eran ellos, eran mi familia. Quise empezar a correr, pero nuevamente algo me frenaba. Quería llegar a ellos, pero no podía. Y ellos empezaban a alejarse. Gritaba sus nombres. Pero no gritaba. No tenía voz. Ellos no me escuchaban; y de repente…
Carolina Lesca
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