miércoles, 29 de septiembre de 2010

Viajeros

Estábamos caminando por un prado al aire libre. Eramos dos personas, dos errantes del destino sin rumbo definido. Para nosotros no había imposibles. Trabajábamos con honor, sin pagas, sin deudas, sin rencores, sin cadenas en los corazones. Simplemente teníamos la libertad de andar.
El sendero era largo y a lo lejos, en el horizonte, se apreciaba el ocaso. Pronto estaría todo oscuro... necesitábamos ir mas aprisa.
La noche nos tomo sin sorpresas, y las olas de fuego nocturno asomaron en las montañas. Los dragones comenzaban su monótona rutina de danzas nocturnas... eso significaba que teníamos que encontrar un refugio. Hallamos una cueva, una amplia guarida ancestral. ¿A quien pertenecía? Eso nos quedaba pendiente por averiguar. Con un conjuro simple creamos fuego azul, mezclando nuestras auras entramos en calor, nos acobijamos en nuestros cuerpos con el frío y la oscuridad acechándonos por fuera. Eramos dos. Espalda con espalda. Corazón con corazón.
Nos sorprendió la mañana y nos obligo a abrir los ojos. Todo era limpio, todo era claro. Se oía el ruido del agua cerca y las criaturas nocturnas pronto se irían a descansar. Lo primero que observe en aquella claridad fueron sus manos, fuertemente estrechadas a su cuerpo, tu piel blanca reflejaba frío... y le propuse seguir.
Emprendimos viaje muy temprano. En cualquier momento, en cualquier lugar, alguien nos podría necesitar. Cualquiera podría contar con nuestra ayuda. Nosotros: Cyan, mujer y Nahuel, hombre... Los dos nigromantes viajeros del alba.

Lucía Francia.

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