lunes, 12 de julio de 2010

Elena

Elena

A Elena no le gustan los niños. Ella ya es muy anciana y ellos muy jóvenes. Siempre le tiran la pelota a su patio y le arruinan el jardín que tan cuidadosamente Jorge arregla. Ella les grita “¡Purretes! ¡Déjenme en paz!”. Tampoco le gusta eso del Facebook. Siempre ve a su nieta mayor navegando en esa página, mostrando su vida y sus cosas. ¿Qué no tiene privacidad? ¿Qué no sabe que lo interesante es que los demás tengan que tomarse el trabajo de conocerte y no simplemente clickear en una página y listo? Siempre se ríen y se ven muy divertidos frente a la computadora. ¿Qué tendrá de tan emocionante? ¿Por qué no salen a la calle y se encuentran a hablar? Si las tardes primaverales son tan lindas. ¿Por qué no mejor ir a un parque y tocar la guitarra? Eso si es divertido. Además podes ver a tus amigos a la cara, y no tener que hablar con una pantalla que no contesta. Ella cuando era joven solía juntarse con sus amigos en la casa de su vecina. Elena siempre elegía la hamaca para sentarse. Su grupo se llamaba perrovaca. Nunca supieron porqué le habían puesto ese nombre, pero en el momento les había resultado gracioso. Esos nombres extraños siempre los elegía Jorge, su esposo. Cuando era una adolescente también iba todos los lunes y miércoles a clase de origami. Su abuela había sido una geisha y siempre le había interesado la cultura oriental. Recordaba a su abuela con claridad, como cuidaba de sus kids (como ella los llamaba, puesto que la palabra niños por la letra ñ le era muy complicada pronunciar) y como su mimo a la hora de dormir, le daba suficiente alegría para cerrar los ojos y dormir.

Carolina Lesca

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