sábado, 21 de agosto de 2010

Se me derritió el sombrero

Me encuentro encerrada en este lugar. Estando en soledad, sólo me queda esperar a que suceda lo inevitable. Perdí la noción del tiempo, junto con el ánimo y la esperanza de sobrevivir.

Las cosas se agravaron. Todos pudieron predecirlo, pero nadie quiso prevenirlo. Las personas esperaron a que no haya soluciones para comenzar a buscarlas.

Este tema no es una novedad, desde que tengo memoria se encuentra presente. Lo estudiamos en el colegio, lo escuchamos en la televisión y siempre tuvimos acceso a libros que lo adelantaban. Nadie podía imaginarse que estaba tan cercano, y que las consecuencias serían muchos peores que las que imaginábamos.

Poco a poco fue creciendo. La temperatura de la tierra aumentó, y esto comenzó a afectar directamente a la gente. El material de las casas ya no podía resistir al calor, y comenzó a derretirse. Las personas, al no poder aguantarlo tampoco, comenzaron a utilizar una protección especial para salir a la calle. Ya no podían darse el lujo de circular tranquilamente y en cualquier momento, se establecieron horarios en los que la temperatura era un poco más llevadera. Se crearon refugios, que buscaban reemplazar la función de las casas. Estos no tenían grandes comodidades, pero estaban equipados con todo lo necesario para poder sobrevivir, que era la principal aspiración de las personas de esta época. No todos contaban con la posibilidad de acceder a uno, por lo que muchas personas murieron de forma instantánea. Hasta en los peores momentos la ambición financiera de algunos predomina por sobre todas las cosas.

Sin embargo, la situación no mejoró. El fenómeno continuaba avanzando día a día, acompañado por la falta de conciencia de las personas.

El día que el sombrero de mi mejor traje especial se derritió, supe que el calentamiento global nos había ganado. Ya no había marcha atrás, ya nada se podía hacer.

Y mis suposiciones fueron ciertas. En este momento, me encuentro encerrada en mi refugio. Todas las ventanas se encuentran recubiertas por un material especial que intenta filtrar el calor. Las puertas están tapadas, aunque de nada va a servir. Las reservas de comida me permitirán vivir un par de días más, aunque no creo que esto alcance. Ya no cuento con los líquidos que utilizo para regenerar mi piel, la cual arde en carne viva.

Es horrible contarlo, pero más terrible es vivirlo.



Adriana Salón

1 comentario:

Lu Francia dijo...

Es excelente. Mas que nada la forma en la que está contado. Es decir, si bien es sencillo, la carga emocional del texto es notable. Genial Kitty! me gusto mucho :)