jueves, 26 de agosto de 2010

Igor

Y la batalla era inminente. Los valientes caballeros se encontraban montados en sus caballos, formando hileras a lo largo del que, en instantes, sería el campo de batalla. En sus ojos podía percibirse una extraña mezcla; miedo y valentía se combinaban realmente muy bien. No sabían que vendría, pero estaban listos para enfrentarlo.

La batalla comenzó. Aquellos hombres luchaban sin cesar, todos por el mismo objetivo. Igor, el más joven de ellos, tenía gran habilidad en el manejo de la espada. Podía enfrentarse a tres oponentes a la vez, casi sin inmutarse. Era valiente y osado, actuaba sin medir las consecuencias de sus actos.

Igor avanzaba velozmente hacia el jefe del ejército enemigo. Si lo destruía, la guerra terminaría. Se deshizo de la espada que utilizaba generalmente y desenvainó aquella que nunca había usado.

Ambos combatían, uno contra otro. Un movimiento preciso en el momento exacto. Igor estaba a punto de enterrar su espada en el pecho de su contrincante y…

- Igor, anda bajando. Ya está lista la cena.

- Sí, mamá. Ya bajo.

- Apurate. Todavía no entiendo por qué pasás tanto tiempo en el sótano.

- Ya voy.

Igor dejó su libro apoyado sobre una caja, de esas que contienen todas las cosas inútiles que las personas que viven en una casa no saben donde poner. Luego de hacer esto, se paró y se dispuso a salir del sótano. Tenía que ir a cenar. Luego volvería, un niño ruso de nueve años con tanta imaginación, aún tiene muchas historias que recrear.

Adriana Salon

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