miércoles, 17 de junio de 2009

Atardecer


La jornada está terminando y todos los barcos retornan al muelle. Todos los marineros ansían el momento de amarrar las cuerdas y dejar la embarcación para volver a casa, en donde los calidos brazos de una amorosa familia los está esperando.
Jorge pisó el muelle por primera vez desde que lo había dejado esa mañana, sintiendo un gran alivio en su pecho.
Ese día la pesca había sido muy buena, “la mejor de este mes” había dicho Miguel, uno de sus compañeros, en cuanto recogieron la última red del agua.
Respiró hondo y soltó el aire con calma, disfrutando de la suave brisa veraniega que traían las olas.
-Hasta mañana- se despidió de sus compañeros al momento de tomar rutas separadas, doblando con un cierto deje de ansiedad hacia la derecha.
Contara los minutos le era inevitable, no podía resistir las ganas de ver a su mejer y a sus hijos, a quienes tanto extrañaba. Y entre las divagaciones de qué podrían haber estado haciendo, sus ojos se toparon con una figura casi espectral.
Era una mujer. Se deducía por su aspecto que debía tener unos treinta años, llevaba el cabello negro pulcramente atado, el vestido blanco se asemejaba mucho al de una bata de dormir y los ojos miraban fijos al horizonte.
Preocupado por la hora en la que esa mujer se encontraba en el muelle, se acercó a preguntarle que hacía allí.
-Estoy esperando a mi esposo- dijo la mujer ni bien se acercó, adivinando la pregunta que quería hacerle.
La antipatía de la voz y la poca importancia que la señora le presto, pues ni siquiera se molesto en mirarlo, lo convencieron de no entrometerse; después de todo, las esposas de otros no eran su problema. Y convenciéndose de que no tenía nada más que hacer, siguió su camino hacia su casa, reanudando los pensamientos sobre su familia.
A los pocos minutos ya estaba en su casa, saludando a sus hijos y a su esposa, preparándose para disfrutar de la deliciosa cena que esta le había preparado, y escuchando con atención lo que sus dos pequeños hijos tenían que decirle. Pero todo el tiempo la imagen de esa mujer esperando en el muelle rondaba por su cabeza, impidiéndole que disfrutara por completo el tiempo en su casa.
Pero a pesar de eso, ignoró el asunto y su día terminó con tanta calma como los anteriores.
A la mañana siguiente, todo empezó como de costumbre, se levantó temprano, se despidió de su mujer y se marchó hacia el muelle.
Pasaron las horas y entre sus compañeros empezó a correr un rumor, sobre un incidente ocurrido el otro día, apenas unas horas después del medio día.
Por lo que escuchó, la esposa de uno de los marineros que trabajaba en uno de los barcos mercantes había muerto, supuestamente victima de una enfermedad que había evitado que se levantara de la cama, después de la rutinaria siesta del mediodía, para encontrarse con su esposo después de que este llegara de su largo viaje por las rutas comerciales de America.


Lucía Boneto, inspirada en "Crepúsculo tranquilo" de Quinquela Martín

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