lunes, 18 de mayo de 2009

Otoño

Aquella niña, juega, salta,se ensucia, es que le encanta el pasto, los árboles y el barro.Pero más que nada sus amigos, la pelota y el torneito. Interminables horas de juego, luego la hora del ocio, la vuelta a la casa, la ducha y la merienda.
Como ritual luego de la escuela la tarea. Después sí, la pasión de su corta vida, reunión en la esquina de su casa. Unos cuantos chicos y su mejor amiga, la petisa (ella va a estar siempre a su lado, es como su hermana).
Todos listos para armar la típica mansión de ramas y hojas secas. La guarida de cinco grandes chicos; la casita de ilusiones, donde reina la imaginación del inocente.
Tarde oscura y un viento la arrancó de cuajo. Volaron las hojas y con ellas los sueños. Pero el sol sale y con el la alegría del barrio, de ese barrio que parece triste de noche, con unas cuantas pobres luces que intentan descubrir figuras en la penumbra. Ya el sol salió, y bañadas las calles de guardapolvos blancos está.
Tarea, merienda y reconstrucción de sueños, pero con la certeza que van a ser mejores.
Nuevos árboles con nuevos frutos, flores y mariposas. Vida nueva. Lapsos de tiempo robadores de ilusiones.Vuelve el otoño pero ya los cinco pequeños no están construyendo chozas.
Ahora es mejor.Desde lejos se divisa un grupo de personas. Los trajo el otoño, estoy seguro.
Están construyendo nuevos sueños. Construyendo futuro.
Las miradas y sus sonrisas son las mismas que ayer, pero los anhelos se extendieron.
Magalí Eljall

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