domingo, 11 de septiembre de 2011

Desertados

La carretera completamente desierta se abría hacia un destino muy lejano, Luca y Francis se encontraban a un lado haciendo dedo y esperando a que algún miserable auto se dignara a pasar por allí. Nada, no había absolutamente nada, puro desierto y algún que otro cactus o escorpión.

- ¿Y si nos comemos uno de estos bichos feos? - Luca ya estaba delirando.

- ¿Y si hubiéramos pensado dos veces antes de haber venido al medio de la nada a rogar porque un bendito auto pasase por acá?.

- ¡Sí! Fue mi idea ¡¿Y qué?! ¿Estás insinuando que cometí un error? Si es así, entonces, ¿a quién se le ocurrió dejar la camioneta en el hotel?.

- Luca, se supone que si se hace dedo, es porque no tenes auto ¿O pensabas venir con la camioneta y dejarla tirada por ahí?.

- Sinceramente... pensaba hacer dedo para que algún tonto se detuviera para llevarnos y reírnos en su cara.

- Acá lo único tonto que veo es a vos y a esa inútil luz colorada - señaló al horizonte con el dedo índice.

- ¿Luz? ¡¿Qué luz?! - Luca volteó para observar que era lo que señalaba Francis - ¡Es verdad! ¡Es una luz roja! Puede ser algún auto que viene a rescatarnos.

- Más que rescatarnos deben de querer venir a asesinarte, aunque para eso ni se hubieran gastado, un poco más de tiempo en este calor infernal y yo te aseguro que nos convertiremos en cenizas.

El Sol comenzaba a arder con más y más fuerza, las plantas secas ondeaban como reflejo en el agua y los bichos se ocultaban en la arena esperando conseguir algo de protección. Los muchachos sentían que en cualquier momento se volverían comida para escorpión, tan devastados estaban que tardaron en darse cuenta que dos chicas, en una moto, hacían señas para que se acercaran.

- ¡Son nuestra salvación! Si tienen algo de agua yo te juro que las... - esto último lo dejó al criterio de Francis.

- ¿Estás seguro de que no son un espejismo?

- La verdad que no ¿Pero qué importa? Parecen muy reales, con eso me basta.

La más alta era la que conducía la moto, se bajó enseguida para presentarse, siempre mirando a Luca:

- Hola chicos, nosotras somos Giselle y Lorelei, los vimos a un lado de la carretera y nos preguntábamos si necesitaban algo de ayuda.

- ¡Por favor necesitamos que nos lleven al pueblo más cercano, no tenemos forma de volver! - le respondió Francis.

Pero la muchacha no respondió, esperaba escuchar la respuesta de parte de Luca.

- Necesitamos transporte - acotó por fin Luca.

- Sólo podemos llevar a uno, así que deberán decidirse entre ustedes a quién llevamos primero.

- ¡Llévenme a mí! - los dos contestaron al unísono y miraron mutuamente con odio.

- Vos tuviste la idea de venir, por o tanto yo me voy primero.

- ¡No! Vos tenes toda la culpa por no haber traído el auto.

- ¡Excusa barata! Eso no tiene nada que ver.

Mientras los jóvenes discutían y se reprochaban cosas entre ellos, las muchachas deliberaron un rato la situación.

- Esta bien, los llevaremos a los dos, súbanse como puedan.

Luca y Francis saltaron de alegría. Los cuatro subieron a la moto para volver al pueblo, Luca ya soñaba con tomarse un buen vino y acostarse a dormir y Francis imaginaba la comida a montones que le esperaba en el hotel. Sentían que estaban por llegar al paraíso.

El vehículo rodeó un cactus grande que bloqueaba la carretera y unos pocos metros más adelante, sin previo aviso, la moto se paró.

- ¡Luuuucaaaaa! ¡¡Te voy a asesinaaaaaaaaaarrrr!! - la voz de Francis fue lo último que se pudo escuchar.




Silvina Rossatti y Juan Vitale

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