lunes, 9 de julio de 2012

El cuadro

Me observaba, no había duda de ello, sentía su mirada punzante atravesar mi ser, mi piel se erizaba poco a poco mientras me acercaba a aquél lugar de la galería de arte, llevaba años mirando exhibiciones pero jamás me había topado con una pintura como esa. Era un joven sin mucha sabiduría, si, pero llevaba años estudiando arte, sabía lo que veía. El marco era antiguo y se veía como la edad dañaba su marmoleado contorno, la pintura mostraba a un grupo de personas sufriendo, era una imagen espantosa pero hecha a tal detalle que me fascinaba, las sombras y la expresión realista de aquellos seres agonizando en el centro de grandes llamas eran sublimes. Lo que llamaba mi atención era el rostro de una joven dentro de la imagen, se veía extrañamente real, no era nuevo en el arte y podía diferenciar entre una pintura de un profesional y una de novato con suerte gracias a la forma de los trazos, inclusive ver los errores de los profesionales cuyo objetivo era esconderlos con un poco más de sombras pero aquél detalle en el cabello lacio de la joven era increíble, su rostro hecho a tal perfección que los artistas griegos envidiarían, allí estaba, al fondo de la exhibición donde nadie podía apreciar verdadero arte, en su lugar podías ver arte del momento, algunos cuadros siendo patéticos, tal fue mi gusto por la belleza de la joven que me dispuse a pagar por el cuadro sin importar lo desgastado del marco ni lo exagerado del precio, en realidad valía la pena, esperé a que la joven encargada llamará al autor del cuadro para que diera su consentimiento pero nadie contestó, tomó unas cuantas hojas de su escritorio y al terminar de echarles una mirada me entregó el cuadro a medio envolver. Salí de la exhibición con una cara de satisfacción que no mostraba en mucho tiempo, tomé el camino más corto a mi apartamento y cuando llegué no encontraba mis llaves, lo bueno de la situación es que siempre guardo unas debajo de un peldaño roto de las escaleras de entrada, las tomé y rápidamente entré en él.

Mi departamento era pequeño, sólo contaba con una habitación, la sala, la cocina-comedor y un baño pegado a la habitación, no ocupaba mucho espacio pues estaba estudiando arte en la escuela “Richardson” que se encontraba a dos kilómetros de mi hogar, era algo lejos a pie pero me gustaba tomar el colectivo, cargando el cuadro con mi brazo derecho me dirigí a la sala y me dejé caer sobre el sillón frente al televisor, como un niño en navidad rasgué la envoltura del cuadro ansioso por ver de nuevo a la chica y en el momento en que pude ver el cuadro se me cayó de las manos, era imposible. La chica del cabello oscuro no estaba en él, si ella estaba en el centro del cuadro en medio de las flamas, era sumamente imposible que yo la haya imaginado, empecé a buscarla por la pintura esperando verla en algún lugar pensando que tal vez me la había imaginado en el centro por alguna equivocación pero no, ella no estaba en ninguna parte. Sentí un ardor tremendo en el pecho, muy probablemente la angustia o temor del momento, tanto fue así que deje el cuadro boca abajo en el piso y me fui a recostar, no podía sacarme de la cabeza a la joven del cuadro, su perfección, su belleza y su repentina desaparición. La alarma sonaba estruendosamente, pues eran las 7:30 de la mañana, era hora de alistarme y dirigirme a la escuela de arte, me asusté, no podía soportar el temor, el cuadro estaba colgado frente a mi cama dentro de mi habitación, solo estaba aquél espantoso cuadro con todas las personas dentro de él dirigiendo su mirada hacia mí. Como toda persona supersticiosa inmediatamente tomé el cuadro y lo fui a tirar a la basura, para mi suerte el camión de basura pasaba por el lugar así que sin pensarlo dos veces lo arrojé a la parte trasera, me dolía haber gastado dinero en ese extraño cuadro pero en ese entonces no parecía tan mala idea. Tomé el camión a la escuela de artes y tuve un día normal, regresé a mi hogar y de nuevo colgado frente a mi cama estaba ese maldito cuadro con las personas sufriendo dentro de él, no podía soportarlo, debía hacer algo porque yo ya no hallaba solución alguna, saqué el cuadro del marco buscando la firma o algún dato que me pudiera dar el nombre del autor y allí estaba entre las flamas en la esquina superior izquierda venía el nombre “Abel”, era el único dato que pude encontrar, volví a meter el cuadro a su marco y me devolví al lugar donde había sido la exhibición, ya estaban cerrando y sólo pude encontrar a la señora que me lo vendió, cuando le pregunté por el autor del cuadro me dijo que jamás había visto ese cuadro. Entre gritos y groserías le dije que el único dato que podía ver era su nombre, “Abel”, la señora se fue inmediatamente amenazando con llamar a la policía si seguía actuando de esa manera por lo que opté llevarme el cuadro y buscar por internet algún autor con ese tipo de estilo, cuando llegué a mi apartamento la vi. Era la joven del cuadro de carne y hueso de mi departamento viéndome a los ojos. -¿Quién sos?- le pregunté -Soy el autor del cuadro -¿Autor?, ¿Vos sos Abel? -No, soy Bael- un escalofrío recorrió mi cuerpo completamente sumergiéndome poco a poco a la locura, había escuchado antes ese nombre cuando estudié a los ángeles y demonios en mi escuela de arte, lo malo en esto es que Bael no era un ángel. Empezó a reír a carcajadas y cuando intenté escapar cerró la puerta sin siquiera moverse, el cuadro empezó a vibrar acercándose a él pero yo lo detenía. -No luches joven, no has sido el primero, no ganas nada- exclamaba acercándose a mí. Empezó a cambiar tomando una forma horrenda al tiempo que se disponía a atacar pero yo no soltaba el cuadro, mis peores pesadillas se habían vuelto realidad y yo estaba desarmado, esquivé uno de sus ataques y tiré una silla del comedor a la ventana, era inútil, no sabía el porqué pero las ventanas no se rompían, fue cuando lo comprendí, tenía miedo pero, ¿Quién no lo tendría? me acerqué a la estufa y rompí la manguera del gas, llevaba tiempo que no fumaba pero siempre llevaba un encendedor en mi bolsillo por si se me ocurría volver al vicio, si moría, él se iría conmigo y sin soltar el cuadro prendí el encendedor. Era el día de la inauguración de la galería de arte, yo no tenía gran conocimiento artístico pero mi padre si, así que tenía que esmerarme en encontrar un buen cuadro para él, tal vez algo viejo, fue cuando lo vi, el cuadro perfecto, era la imagen de un grupo de personas rodeadas de fuego pero lo que más me impresionó fue una joven en el centro, su cabello lacio era hermoso pero no tenía tanto detalle en su imagen como la persona de su derecha, era un joven con expresión de angustia en el rostro y al parecer un encendedor en la mano. Renzo di Pascua

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