miércoles, 3 de diciembre de 2008

Duggar

Duggar, de aspecto humanoide pero desconfiado, caminaba como si nada hubiese ocurrido (o al menos eso aparentaba). Sabía que la apariencia era algo importante, siempre lo supo. Duggar no pertenecía al vulgo social. Se jactaba de no confiar en lo que la gente de clase inferior a la que éste era perteneciente pensase. A veces confundía un consejo dado por algún amigo con una influencia que podría llegar a dejar al descubierto su incapacidad de razonar por cuenta propia, y de esta manera jamás podría llegar a hacer caso a lo que sus allegados dijesen. Su viuda madre había tenido una hija con un hombre que no era su padre, ocho años luego de que el pequeño (en ese entonces) Duggar hubiese nacido. La hermanastra de Duggar, a pesar de su temprana edad, no había muerto nulípara. Su cuerpo había sido encontrado mutilado luego de tan sólo haber vivido seis míseros años.
La madre de Duggar se fue después de darse cuenta de que luego de leer en el periódico, en la sección policial, el título con el que la prensa publicaba un caso de violación, tortura y asesinato, la descripción de la víctima era idéntica a como era la hermanastra de nuestro personaje principal. Siete años después de esta segunda pérdida, el joven Duggar, de aspecto humanoide pero desconfiado, caminaba como si nada hubiese ocurrido.
Antes de iniciarse en la caminata abría la puerta de su casa; antes de esto caminaba hacia la puerta; previamente se acercaba al pasillo corriendo atemorizadamente; aún más antes había descubierto lo peor.
Ya era tarde, sabía la verdad y a veces saber de más no es bueno según algunas personas. Estando por la mitad de una de las cuadras que tenía planeado transitar, vio que en la esquina seis chaquetillas policiales estaban detenidas, espectantes.
Los nervios lo carcomían. Parecía que lo habitual era más lento que el movimiento de las manecillas del reloj. Su razonamiento lo llevó a dar media vuelta y regresar por el mismo camino por el que llegó hasta aquella media cuadra.
El futuro llega natural y pacientemente, en su rápida (o tal vez algo lenta) consecuencia de su reciente (para algunos) y remotamente lejana (para otros) profundidad de su inevitable aparición. Duggar no supo esperar, pero su presencia jamás se vio perturbada por la inquietud. Un garante de la seguridad se acercaba por donde el de forma humanoide pero desconfiado no podía verlo. Unos minutos después estaba contra el suelo con esposas en sus manos. Unas horas después en la comisaría y otras después en un descampado, sin ya posibilidades de siquiera intentar pedir ayuda.
Los uniformados ingresaron a su hogar, en donde encontraron los inocentes huesos de la pequeña nulípara. La venganza puede ser terrible, pero Duggar no tuvo tiempo para reír, y mucho menos para reír mejor.
Gino Colonna

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