jueves, 6 de septiembre de 2012

La chispa de la vida

Fueron tantos los golpes que ya no podía sentir. Podía ver la sangre corriendo por mi piel, las marcas de sus uñas, de los puños, de todo lo que él encontró en su camino y lanzó contra mi ser, pero no me dolia por fuera: me habían roto el alma, y eso no me dejaba vivir. Luego de la degradación había quedado en el suelo, humillada, conteplando esos pares de ojos pequeños y asustados que me miraban desde la oscuridad del comedor. 'Frente a ellos no' le había dicho. Nunca le importó. Frente a ellos mostró su animal interior, desenmascaró a la bestia que siempre había tenido dentro, mostro sus garras sin verguenza. Frente a ellos, como tantas veces, me había atacado, pero esta vez bajo mis huesos quebrados había más que resentimiento.Esta vez mi sangre había comenzado a hervir. El frío en mi ser lentamente desaparecía,mientras recordaba todas las humillaciones que me habian hecho vivir. Desde que nací habia estado condenada a vivir en un mundo de hombres-bestia, que se desquitaban sobre mi. Un mundo machista en el que mis ideas no cabían y a nadie parecia importarle en lo más minimo lo que yo sintiera. Pero no iba a resignarme y ese día comprendí que la venganza iba a ser lo único que le daría un sentido a seguir viviendo. Una chispa de vida saltó en mi corazón. -Mamá tiene fiebre - le dijo un par de ojos al otro - Está temblando. Sí, tenían razón, la temperatura de mi cuerpo era altisima. Temblaba y transpiraba , creí que iba a morir. En los delirios de la fiebre vi pasar frente a mis ojos todas las golpizas que me supieron dar, y todo lo que me hicieron sufrir. Comprendí en ese momento que el fuego y solo el fuego podría borrar mi pasado y castigar a mis opresores. Entonces lo sentí. Un ardor intenso me inundó las manos, haciendome gritar. Al mirarlas las vi encendidas , convertidas ya en llamas que se extenderían luego por mi cuerpo. Comencé a quemarme y a quemar todo lo que había a mi al rededor. Me extendí por toda la casa, lo encontré a él y lo reducí a cenizas. Así, sin más, tan simple fue que no tuve tiempo ni para disfrutar. Él estaba muerto y ya yo no sufriría, podría vivir en paz. Pero algo vino a mi mente. La casa se consumía con mi furia, y dentro de ella dos pares de ojos gritaban pidiendo ayuda. Mis dos pares de ojos. Los que más amé... ¿Cómo pude ser tan cruel? Se fue todo lo que un día me pudo hacer feliz. Aqui estoy ahora, lamentandome, sin poder llorar, aún ardiendo, pero muerta por dentro. Como la leña que está a punto de terminarse, en la hoguera de la soledad. Como un fuego que al fin se apaga, porque no tiene nada más que quemar... Abril Dores

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