lunes, 6 de julio de 2009

El despertar

El despertar (pequeño Sol)
Ella temblaba entre las oscuras zonas de un gran infierno secular, donde las bestias surgen de la nada cual espectros y te sumergen luego hacia lo más recóndito de las profundidades, donde ya no existen las salidas. Ella sollozaba, clamando por el milagro de su salvación de aquella soledad desgarradora, corriendo para encontrar el fin de aquel tormento. Gritaba desenfrenadamente en la inmensa desolación de negras vastedades, desesperándose sin encontrar remedio o solución alguna.
Pero su grito se vio ahogado en aquel desierto por una maléfica risa gutural, áspera como si saliese de lo más hondo de aquella nada devastada. Sintió pasos a su derecha, adelante, a su izquierda, por detrás. Provenían de quién sabe dónde, amortiguados por la risa, que se acrecentaba al compás de cada pisada, hasta inundar así toda la resonancia de aquel horrendo lugar. Pero vio una luz en aquel instante, ínfima como el destello de un fuego solitario en la distancia, y corrió hacia allí. Corrió sin detenerse un segundo, sintiendo cada vez más cerca de sí aquellas pisadas y aquella diabólica risa. Y llegó.
Se vio pronto recostada sobre el patio de un jardín, luego se alzó. ¡Por suerte miró el cielo, por suerte miró el Sol! Se baño en la luz del enorme astro, y con una sonrisa le agradeció al Cosmos por haberla salvado de aquella horrible pesadilla. Luego miró el paisaje que deslumbraba con una irradiante luminosidad incandescente, se calmó por fin del todo y después se fue a jugar.

Santiago Novara

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