jueves, 20 de agosto de 2009

El hombre que siempre hace magia

Después de tantos años, la intriga ya no se apodera de mí como antes, pero los recuerdos siguen intactos.
No olvido como cada día, al atardecer, entraba en aquel viejo bar solo para verlo. Caminaba rápidamente, sintiendo todas las miradas sobre mí, y oyendo el borbotear de las conversaciones sobre el olor a alcohol y cigarros.
Dejaba todo eso atrás cuando abría con ansiedad la puerta trasera y lo veía: solo y calmo, sobre la esquina del sol.
Eran aquellos últimos rayos de luz los que me dejaban apreciar toda su hermosura; Y el volvía a hacer magia, y yo permanecía inmóvil observando los rizos bronce que enmarcaban su rostro o su abrigo oscuro que contrastaba con los ladrillos de la pared del fondo.
La última tarde que lo vi había llovido. Permanecí más tiempo del habitual contemplando su tranquila figura apoyada sobre los ladrillos húmedos. No quería despedirme.
Caminó hacia mi, y pude sentir sus efectos aún con mas intensidad. Me entregó su valija, y percibí su tacto suave por un instante.
- Para que no pierda la magia, nunca la abras. -susurró antes de dar la vuelta.
Y la valija mágica sigue cerrada. Intacta.

Paula Deak

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