jueves, 20 de agosto de 2009

Cadaveres exquisitos

Recorrió el aula con un rápido vistazo y se dirigió al último banco mirándolo de reojo. Al conseguir ver por un instante la expresión furiosa en su rostro antes de que se moviera abruptamente para darle la espalda, supo que seguía enojado con él. Una vez que estuvo acomodado, desde el rincón mas apartado del salón reconstruyó lo que había sucedido la semana pasada.
Recordó que él estaba parado junto a la puerta, exponiendo toda esa seducción innata de la que no pensaba jactarse, y como ese descaro lo había llevado a decir que “siempre había querido ser mamá, y tener una casa grande para que puedan disfrutar sus hijos.”
Recordó la cara de incredulidad de todos y la de su amigo, especialmente furioso, por que no había dicho algo que lo comprometiese también a él, por lo tanto debía quedase en clase mientras solo él se perdía la charla aburrida del profesor, estando en la oficina de psicopedagogía por decir algo tan “extraño”.
Sacudió sutilmente la cabeza, regresando al presente.
La clase había iniciado y tenía hasta el recreo para pensar como ingeniárselas para conseguir comida del quiosco sin pagar.
Aun así esperaba que su amigo lo perdonara, y pudieran volver a ser los mismos que hace una semana atrás.
Y además, juntos podrían conseguir más cosas ricas para el recreo.

Paula Deak

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